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Visitantes en la antigüedad


Por Andrea Aravena

Un papiro muy cuestionado.
Resultó ser el que iba a ser designado como uno de los más antiguos testimonios sobre la observación de ovnis en el cielo. Se trataba del llamado papiro Tulli, que data, al parecer, de los tiempos del Faraón Tutmoses III (1505-1450 a.C.) y que al ser traducido proporcionó la siguiente noticia, de verdad asombrosa:
"En el año 22 en el tercer mes de invierno, sexta hora del día, los escribas de la Casa de la Vida descubrieron una bola de fuego que venia del cielo y, aunque carecía de cabeza, el aliento de su boca tenia olor fétido. Su cuerpo. de cinco varas, no tenía voz. Todos se atemorizaron al verlo y se tiraron al suelo. Acudieron ante el rey para informarle, y el rey ordenó que se meditara sobre lo sucedido. Pero aconteció que las bolas fueron más, y que brillaron en el cielo, y se elevaron alto hacia el sur. Cayeron entonces del cielo peces y pájaros. Era algo maravilloso que jamás había sido visto. El rey decidió quemar incienso para calmar a la tierra y ordenó escribir en el libro de la Casa de la Vida el suceso, para conservar el recuerdo por siempre".
La primera vez que se publicó este texto fue en 1953, en el número 41 de la revista Doubt, que había sido creada por los administradores de Charles Fort para enriquecer el archivo de noticias insólitas creado por este gran investigador. Se dijo que fue un tal Boris de Rachewitz el traductor del texto, cuyo original halló entre los documentos del difunto profesor Alberto Tulli, que fue director del museo egipcio del Vaticano.
Fue gracias a monseñor Gustavo Tulli, hermano del anterior y empleado en los archivos vaticanos, que pudo conocer Rachewitz el papiro.
Esta traducción sería publicada en 1956 por Harold T. Wilkins en una obra dedicada al estudio de los ovnis, y ha sido incluida en todos los libros relacionados con este fenómeno.
Se ignora si el texto fue inventado por Rachewitz y si realmente existió el papiro, puesto que el 25 de julio de 1968, cierto Cianfranco Molli, inspector del museo en cuestión, declararía que desconocía la existencia del papiro. Apoyaría sus palabras el conservador de microfilmes del Vaticano, Carlo J. Ermatinger, quien añadiría que en el Vaticano, jamás hubo constancia de la existencia del papiro.
No hay dudas de que a muchas personas les interesaba no conceder la menor importancia al papiro Tulli y a su traductor. Sin embargo, Boris de Rachewitz no era ningún advenedizo, puesto que dirigía en la ciudad de Basilea, Suiza, una fundación para investigaciones en arqueología y etnología. Ahora bien, ¿eran ovnis aquellas luces vistas por Tutmoses III y los escribas hace casi treinta y cinco siglos, o tan sólo simples bolas de fuego, como tantas han sido vistas en tiempos más cercanos a los nuestros y nada tienen que ver con los cables de alto voltaje y otras causas?