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El auténtico rey Escorpión



La verdadera historia de un gran rey que unificó todo Egipto.

Por Eloy Melero

Desde luego, no vamos a hablar sobre las películas en las que aparecía un personaje vagamente (muy vagamente) basado en el verdadero Rey Escorpión. Os aseguramos que no. Pero la historia de este individuo supera cualquier guión cinematográfico comercial, y precisamente por eso, vamos a ahondar en esa figura histórica que el cine prefirió ignorar.
El misterioso rey que a día de hoy conocemos como el Rey Escorpión es un personaje que nos obliga a hacer un viaje en el tiempo, cinco mil quinientos años atrás aproximadamente, cuando las civilizaciones de las que hemos legado los principales pilares sociales aún no habían nacido. Un mundo caótico de clanes nómadas que se desperdigaban a lo largo y ancho del Nilo, en lo que se podría definir como Alto y Bajo Reino, situados al sur y norte respectivamente del ancestral río egipcio. No es hasta que un misterioso rey que unifica ambos reinos que la cultura egipcia empieza a formarse con esa solidez y enigmática fuerza que la ha convertido hasta nuestros días en la civilización más atrayente de la Historia.
La identidad de este gobernante inquietó a propios y extraños desde largo tiempo, y los cronistas egipcios se encargaron de lubricar una lista de reyes quizá demasiado tarde, cuando ya muchos nombres de antiguos reyes se habían perdido en la noche de los tiempos. Puede que se dieran cuenta de que debían plasmar una impronta histórica acerca de sus reyes cuando se percataron que sus actuales dirigentes serían olvidados por las generaciones posteriores, del mismo modo que ellos mismos habían olvidado a los monarcas del pasado.
Fue el sacerdote Manetón, por orden de un rey tolemáico de la estirpe real creada por el mismísimo Alejandro Magno y de la cual Cleopatra fue la última gobernanta, quien se puso a investigar la historia de Egipto con objeto de crear una lista fiable de reyes de todos los tiempos. Manetón abarcó hasta treinta generaciones, y nombró al primero de los reyes como Menes. Pero se duda bastante que esta lista sea totalmente fidedigna, habida cuenta de los datos perdidos y de la cantidad ingente de tiempo en que la civilización egipcia se adentraba en el pasado.
El resurgimiento del Cristianismo cuatro siglos después del teórico Año Cero de nuestro tiempo, abolió los jeroglíficos egipcios por considerarlos diabólicos y despreciables. Lo que hace que ese primer rey que fundó la civilización egipcia permanezca aún más en ese halo de misterio y enigma.
No fue hasta que Napoleón llegara a Egipto con sus ejércitos, saqueando y robando por doquier y con total impunidad, que se halló la célebre Piedra Roseta, el comodín necesario para entender tantos misterios del pasado del Humanidad. El código es descifrado por Jean-Francois Champollion, un eficaz e ingenioso lingüista que, basándose en sus conocimientos de griego y demótico, dos de los idiomas en que estaba tallada la Piedra Roseta, logra crear un código de traducción para el tercer idioma contenido en la reliquia: El egipcio. Es entonces cuando Menes vuelve al ruedo, como supuesto primer faraón (o rey de Egipto, ya que los faraones tardaron bastante en llegar a esa cultura).
Pero como ya se ha comentado antes, estos datos no podían ser considerados definitivos.
A finales del siglo XIV, se descubre en unas excavaciones en el país de los faraones una bandeja ceremonial de maquillaje que supuso un importante punto de inflexión. La Paleta de Narmer, como se la conoce, mostraba al propio Narmer como supuesto rey que unificó el Alto y Bajo Reino del Nilo, es decir, el primero de los reyes de Egipto. Pero Narmer no había sido ni nombrado hasta el momento, ni en las listas de Manetón ni en ningún sitio.
Aún así, los egiptólogos apuestan por el recién descubierto Narmer como fundador de la dinastía egipcia. Pero las dudas suscitadas por este hallazgo hicieron que los expertos ya no se fiaran, literalmente, ni de su sombra. Si habían errado una vez, podían volver a hacerlo. Narmer no tendría por qué ser necesariamente el primero, y la lista podría saltarse generaciones reales enteras, habida cuenta de que estaba demostradamente incompleta.
Lo curioso es que, en la misma excavación donde se haya la Paleta de Narmer, también se desentierra un objeto que sería vital para entender esta enigmática trama. Un cetro de ceremonias semejante a una maza con la imagen tallada de un hombre que miraba fijamente a un escorpión fue la clave. La maza solía ser un arma habitual en los máximos dirigentes de las dinastías más antiguas de Egipto, que solía indicar que su portador estaba señalado por el dedo de los dioses y, por lo tanto, ningún otro podía ser identificado como el rey de aquellas tierras. No obstante, la maza encontrada es demasiado pesada y engorrosa para ser considerada un arma eficaz en la batalla más que como simple estandarte de mando.
El hombre tallado en la maza es la más antigua de la que se tiene constancia de un rey con corona. La multitud rodeándole, el tamaño del individuo y la base de su corona le confieren con certeza el rango de máximo soberano. La figura del rosetón y el escorpión delante de él le identifican como el Rey Escorpión. A pesar de que durante décadas, los expertos en egiptología han dudado que se tratara de un ser humano real o un dios ancestral con características animales. A fin de cuentas, era normal ofrecerle a los más grandes sujetos de la cultura egipcia condiciones propias de animales destacados, al modo de totem. Y la tumba de este supuesto rey jamás fue encontrada (aunque descubrir una tumba de alguien muerto hace más de cinco milenios en las arenas cambiantes del desierto es, siendo generosos, “complejo”). Debido a esto, no es hasta el momento actual que se ha empezado a tener en consideración a este Rey Escorpión como auténtico fundador y primer monarca (totalmente humano) de Egipto.
Teniendo en cuenta que los egipcios asumían que la dinastía real había sido fundada por el propio dios Osiris, y se creía que el dios de los muertos había sido enterrado en la ciudad que hoy conocemos como Abydos. Los antiguos egipcios excavaron en esta Ciudad de los Muertos para encontrar la tumba de esta deidad, fundando encima un importante templo cuando creyeron tener éxito en su empresa. Numerosísimas vasijas con detalladas inscripciones fueron halladas en ese lugar. Durante mucho tiempo se pensó que de Osiris fue engendrado Horus, el supuesto primero de los primeros reyes egipcios (por supuesto, todo esto dentro de la mitología).
Un equipo de excavadores en 1895 desenterraron ciento sesenta tumbas y la supuesta tumba de Osiris, donde fue descubierto un cráneo que teóricamente pertenecía al dios (¿). Sir Flinders Petrie rechazó, algún tiempo después, esta idea y aludió que bien podría albergarse en esas excavaciones más pruebas que demostraran que allí descansaban los restos de la primera dinastía real egipcia. Para verificar su teoría, estudió concienzudamente las vasijas desenterradas y las etiquetó en diversas clases, para crear una cronología artística basada en el modo de fabricación de las mismas. Asociando las pruebas físicas con piezas de alfarería y las propias tumbas encontradas, Petrie puedo acercarse más que sus predecesores a la verdad, e instituyó nuevas formas de trabajar que aún hoy son tenidas en cuenta en arqueología. Demostró que los reyes que allí durmieron durante tantos siglos eran muy anteriores a la lista oficial de reyes egipcios.
Más tarde, también en Abydos, el arqueólogo alemán Günter Dreyer descubre una cámara grandiosa compuesta por doce salas que suponen, en cuanto a tamaño se refiere, la tumba predinástica más grande hallada hasta la fecha. No se encuentra la momia, pero las evidencias son suficientes para, como poco, empezar a sospechar.
Las recámaras estaban todas comunicadas entre ellas por medio de pequeños conductos o extrañas compuertas. Según Dreyer, se trata de alguna suerte de estancia palaciega, como una réplica del palacio del señor soberano, pero destinada a albergar el espíritu de éste. Dentro de muchas salas aparecen vasijas egipcias con inscripciones significativas, muchas de ellas procedentes de reinos lejanos, lo que establece un principio de comercio y tráfico de mercancías, lo que indica que el reino de este gran monarca debía contar con una gran influencia y poder.
Además, el cetro de marfil encontrado allí, símbolo definitivo del poder real delata la naturaleza del hallazgo. La prueba del carbono 14 determina que el cetro es el más antiguo de todo Egipto (de los descubiertos hasta el momento, claro). En las vasijas se muestra un escorpión como signo único de identidad del misterioso rey, por tanto, se le otorga al arcaico gobernante el nombre de Rey Escorpión.
Al haber indicios incluso de una capilla de madera, se cree que se trata de una tumba real, no un cenotafio, y por tanto, hablamos de un hombre, no un dios perteneciente al folclore mitológico de la zona. El Rey Escorpión fue un ser de carne y hueso hace más de cinco milenios y medio. La primera dinastía, por tanto, no es la primera-primera, pues ya existe una que le precedió, la del Rey Escorpión.
La estructura y diseño de la tumba fueron copiados posteriormente durante muchísimas generaciones, y establece el principio básico del cual surgirían posteriormente las pirámides.
Por otro lado, Günter Dreyer descubrió una especie de monedas con formas talladas de ellas que representaban distintos animales. En muchas de ellas, había más de una representación tallada, lo que podría interpretarse como un principio de símbolos jeroglíficos, lo que entraría en conflicto con la teoría de que la escritura surgió en Mesopotamia hacia el 3000 A.C. ya que la prueba del radiocarbono demostró que estas raras monedas (que no eran tal, ya que no podían ser vistas en modo alguno como representación de dinero, que tardaría en inventarse algún tiempo) tenían una antigüedad de 3250 A.C.
¿Cómo demostrar que estas “fichas” son símbolos de escritura? Para ser considerado un verdadero sistema de escritura cada figura debe significar más de lo que representa. Utilizando los jeroglíficos egipcios como una guía, se leen las fichas. Por ejemplo, en una de ellas se muestra un elefante sobre unas montañas; si a esto le asignamos un valor fonético de un jeroglífico similar: el elefante representa el sonido "Ab" y las montañas el sonido "Yu". Al juntar las sílabas obtenemos "Ab-Yu", que es el nombre de Abydos. Se demostró que sucede lo mismo las demás fichas, cada una representa un lugar o ciudad. De manera que podemos leer los rótulos como escritura jeroglífica temprana.
Las fichas de la tumba del rey Escorpión demuestran que los jeroglíficos egipcios constituyen un sistema de escritura completo anterior a los caracteres cuneiformes de Mesopotamia. La falta de evidencia de un sistema previo a la época del rey Escorpión sugieren que el sistema de escritura no evolucionó; ya que al parecer ésta surgió de pronto en la época de Escorpión, tal vez fue una invención cuya creación había sido ordenada.
El rey notó que necesitaba un sistema de escritura para el cobro de impuestos, así que ordenó a su corte crear uno, y así lo hicieron. Eso es lo que parece, no fue un desarrollo lento sino algo que se inventó casi de un día para el otro.
Tal vez sea aventurado afirmar que fue el rey Escorpión quien ordenó la invención de la escritura, pero obviamente las fichas en su tumba demuestran que éste entendía la necesidad de la escritura y tenía el poder para utilizarla.

¿Cómo conquistó el rey Escorpión el Alto Egipto? La respuesta se halla a lo largo del curso natural del Nilo, en un área donde el río gira dramáticamente al este para adaptarse al implacable desierto occidental. Conocido como el Meandro de Qena, este lugar fue una vez un importante centro de actividad del mundo antiguo.
El egiptólogo, John Darnell, de la Universidad Yale, exploró el área durante más de una década. Gracias a esto pudo revelar un documento único en la historia, el cual puede desentrañar los misterios del ascenso del rey Escorpión al poder y también resultar ser el documento histórico más antiguo de Egipto y posiblemente del mundo.
n una de las mayores rutas antiguas que conectaba la curva de Qena con el desierto del oeste, en un lugar muy estratégico en medio de la curva, entre Hierakonpolis en el sur y Abydos en el norte, Darnell hizo un gran descubrimiento en el llamado Gebel Tjauti: un retablo protodinástico sumamente elaborado que llamó "el retablo del escorpión". Éste representa un evento histórico específico, y esta ordenado de un modo muy interesante. En la abertura, se muestra un halcón de cuerpo triangular encima de un escorpión. Esto resulta notable puesto que parece ser la primera vez que se usa el nombre de Horus como título de la realeza. Al parecer, se nos dice que el autor de estos eventos es un hombre llamado Escorpión, o Horus Escorpión, para ser más exactos.

El nombre de Horus, como el término romano César, es otra palabra para rey. El título identifica al rey Escorpión con Horus, el dios halcón, la deidad protectora de los reyes egipcios. El título de Horus siguió siendo utilizado por todos los monarcas egipcios durante los 3.000 años siguientes. Es de destacar que el rey Escorpión fue el primer monarca en la historia egipcia en utilizar este título.
En el retablo también se observa una procesión religiosa, esto se sabe por el emblema que muestra a un hombre que lleva algo que parece ser una tela que lo envuelve. Es probable que sea una suerte de oficiante con una larga vara. Esta misma figura religiosa, una especie de sacerdote, se puede encontrar en muchos artefactos importantes de la antigua historia egipcia, incluso en la paleta de Narmer.
Detrás del sacerdote hay otros elementos familiares. A éste lo siguen dos grupos separados, lo cual resulta tan notable como el uso del título de Horus, porque lo que se observa es un prisionero de cabellera salvaje atado de brazos por una cuerda que sostiene en su mano una enorme figura que vemos en la extrema izquierda del retablo. En su otra mano, este hombre sostiene algo que tiene toda la apariencia de una maza. Es una maza en forma de pera que usa para golpear al prisionero en la cabeza. El cautivo, por su parte, pareciera llevar un rótulo, detrás de él vemos una cabeza de toro que parece estar clavada sobre un poste vertical. Nos sugiere que el nombre o emblema totémico del cautivo podría ser Cabeza de Toro.
Darnell piensa que tal vez la cabeza de toro en una vara sea el nombre del rey de Naqada, una antigua ciudad rival ubicada junto al Nilo entre Hierakonpolis y Abydos. Aunque primitivo en esencia, el retablo del escorpión representa una imagen vital de poder: el rey blande la muy importante maza sobre un cautivo. Destinada a convertirse en prototipo para los reyes posteriores, esta misma escena apareció en artefactos y paredes de templos durante el resto de la historia egipcia. Sin embargo, el grabado en la escena del escorpión es la imagen de violencia más antigua que puede asociarse a un suceso histórico específico. El significado está claro, el evento en su totalidad lleva un rótulo protojeroglífico, un ave con una serpiente en el pico. Este rótulo significa victoria.
La escena del escorpión, aunque primitiva, pudo ser la inspiración para la paleta de Narmer tallada 200 años después. Sus temas centrales son idénticos: el rey victorioso destroza la cabeza de su rival y lo celebra con una procesión.
La mayoría de los egiptólogos piensan que las imágenes en la paleta de Narmer representan un suceso histórico real. ¿Será el mismo caso con el retablo del escorpión? Muchos piensan que sí. En esta escena tenemos un evento histórico real que simboliza la victoria de Horus Escorpión sobre las fuerzas de Naqada. Esta victoria en sí, al igual que la procesión subsiguiente que nos lleva de regreso a Abydos, parece haber ocurrido en Gebel Tjauti.

El lugar de nacimiento del rey Escorpión aún no ha sido precisado, aunque muchas pistas apuntan a que puede haber nacido en Hierakonpolis. Entre ellas se encuentran palacios con arquitecturas similares a la tumba de Escorpión, templos en donde aparece la figura de este arácnido y por supuesto el que la maza ceremonial del rey Escorpión también halla sido encontrada allí.
Con vínculos a Hierakonpolis y Abydos, el rey Escorpión habría sido el hombre ideal en el momento correcto para liderar una fuerza unida contra los ejércitos de Naqada. Habría sido una batalla para controlar valiosas rutas comerciales y riquezas terrenales. También sería una verdadera batalla cósmica entre dioses. Hierakonpolis y Abydos comparten a la deidad Horus, el dios halcón que se deriva de Osiris; la deidad protectora de Naqada es Seth, el dios del caos y enemigo de Osiris. Lo que se preparaba era una confrontación clásica entre las fuerzas del orden y las fuerzas del caos. Hay algo cierto, quienquiera que ganase la batalla controlaría la riqueza y el poder del Alto Egipto.
Es el año 3250 a.C. y es el rey Escorpión quién ejecuta una estrategia para derrotar Naqada. Pero ¿cuál es la estrategia? En base a la topografía de Gebel Tjauti, este remoto fortín en el desierto, y el hecho que la escena del escorpión se ubica allí, John Darnell dice que el rey Escorpión lanzó un rápido ataque comenzando en ese lugar.
Al atacar Naqada por el desierto, es casi seguro que el rey tuviera intenciones de hacer uso del elemento sorpresa. Naqada tenía un gran ejército en el valle del Nilo y es posible que esperaran que, si Abydos atacaba, Escorpión entrara por el Nilo. Sin embargo, él no se acercó a Naqada por el río. En cambio, lideró a sus tropas en ruta al desierto y luego se ocultó detrás de Gebel Tjauti. El Gebel o montaña era uno de los pocos lugares donde las tropas podían ascender o descender desde la alta meseta del desierto. Esta inusual zona es conocida como "el pasaje estrecho". Fue detrás de este pasaje donde el rey Escorpión esperó con su ejército. Desde allí lanzó su ataque por la parte posterior de Naqada, entrando por el desierto. Es probable que supiera que el enemigo preparaba un puesto de avanzada en el desierto, al oeste de la ciudad. Escorpión tuvo la capacidad de atacar a través del desierto y evitar cualquier contacto con las fuerzas del valle del Nilo de Naqada. Al elegir el camino de Gebel Tjauti, logra salir al sur del puesto de avanzada del enemigo y luego avanza hacia el norte donde el ejército de Abydos aislaría las fuerzas de Naqada del Nilo de las de avanzada. Así lograrían una victoria rápida y no muy sangrienta.
La conquista de Naqada por parte del rey Escorpión fue un suceso decisivo. Era la primera vez que todo el Alto Egipto sería gobernado por un solo monarca. Para celebrarlo, Escorpión traslado al gobernante capturado de Naqada hacia Abydos y aprovechó la ocasión para ordenar la entalladura de la escena del escorpión. Al tallar la escena pudo también haber inventado la historia.
La escena del escorpión tiene tanta importancia como la paleta de Narmer para aumentar nuestros conocimientos acerca de la unificación de Egipto. Los egiptólogos han pensado por mucho tiempo que Narmer logró la unificación con una gran batalla. Las nuevas evidencias sugieren que el proceso comenzó mucho antes. La entalladura establece la victoria del rey Escorpión sobre Naqada como el primer paso conocido hacia la unificación del Alto y Bajo Egipto.
El rey Escorpión llegaría a dominar un opulento reino, llevaría las rutas comerciales tan lejos como Afganistán, utilizaría la escritura para llevar el control de sus riquezas y el arte para celebrar su poder y el poder de sus dioses. Construiría palacios y templos para la vida terrenal y tumbas para la vida eterna. Como se muestra en su maza ceremonial, llevaría el agua a la tierra y riqueza a su pueblo. Fue el rey Escorpión quien colocó las bases de una de las más grandes civilizaciones que el mundo haya conocido